Deteniendo el alma estremecida
en los confines de la noche;
recomenzando todo en el silencio
en el oscuro pozo de la duda;
abriendo el corazón como una rosa
de fantasmal jardín siempre en penumbra;
un peligroso equilibrio de razones
sobre el abismo existencial que mira...
Azogando cristales para nadie
masticando ideas como fetos
aullándole a la luz, que no comprende
gritándole al mar, al viejo sordo...
Así va el Hombre. Vamos caminando,
por un sendero milenario y virgen
(cada paso descubre lo que somos
cada paso construye otro camino...)
Y no obstante hoy, aquí, mañana, nunca
o siempre... siempre el mismo sol mirando
raspando las cabezas y la Tierra
pasando como un ciego monstruo alado...
Decir: Naturaleza no es bastante...
Nadie comprende incluso que comprende
su impotencia crucial, desesperante
mientras gira la rueda insobornable.
Vamos andando como un niño
entre lejanas paredes incoloras
y es todo soledad, miedo, vergüenza
y es todo tan lejano que da río.
Pero debe existir una salida
tiene que haber una puerta en las tinieblas
puede llamarse Amor, Locura, Muerte...
Pero debe existir, y eso creo.
Aunque tal vez crea que creo
y es el engaño e engranaje roto,
la lucidez trizada por el tiempo
la increíble tozudez del alma humana.
Al fín, quizá, nada sea cierto...
Una mentira envuelta en mil colores
un piafar de caballos irreales
una nariz... un ojo y ¡suficiente!
Los hombres nos miramos extrañados
de ver hombres incomprensibles, pétreos
y ellos nos ven, como si no nos vieran
y chocamos y hablamos, para nada.
Giran los años en torbellino quieto
y estamos en el centro de la duda;
telaraña estelar lo envuelve todo
y nos quema una luz que sabe a piedra.
El Dios desconocido está de viaje
y no ha dejado nada que nos guíe.
La jaula sideral se quedó muda
o quizás nunca supo decir nada.
Entonces ¿para qué? ¿Por qué designio
ES el hombre, ES la vida, ES la esperanza...?
Hay un prisma incoloro entre los ciegos
que juegan -y jugamos- a ser hombres.
Sin embargo miramos desde el mundo
como si fuera el pódium de las coas,
el pedestal final, lo verdadero,
el estrado mayor de la cordura.
Y decimos: Mujer, Gaviota, Nieve...
bautizándolo todo con certeza
como infalible arquero de lo ignoto
y dormimos mejor, y no sabemos...
Pero un día se abre el grifo verde
y nos llueven tremendas voces rotas
peligra el equilibrio y hay fisuras
despertando al verdadero, que dormía.
Es el hombre un misterio, y el misterio
quiere saberse al in, y es doloroso.
Trastabillan las piedras más antiguas
y la razón se muerde la cadena.
No sirve preguntar, ¡sí nadie sabe...!
Hay que buscarse adentro y en el Todo,
en la raíz del árbol y el esputo
en la mano asesina y en los niños.
Hay que morder la luz con alma y brío.
Hay que apretar el puño hacia la luna,
Pero también reír, soñar despierto
y ver amanecer, que es suficiente.
El poeta se duerme en su locura
y una ronca canción gimen sus ojos.
Con sus dedos de luz crispa la vida
los sueños que el insomnio envidia.
Hay un telar tremendo en cada esquina
en cada corazón, en cada hora
y una rueca invisible que no ceja
y una pena apretada en cada beso.
No hablemos de la guerra: es suficiente
mirarse hacia el fondo sin engaños,
palpar la cama sola, el desatino
de acumular los días como peces.
No hablemos de relojes ni de suerte...
El hombre los inventa y desespera.
La luna es una piedra que nos mira
¡y sabemos qué luz es su ceguera!
Recurrimos a Dios, buscando al Hombre
buscamos en abismos y en el cielo,
y sabemos que todo está en silencio
y es nuestro escudriñar el que hace ruido.
Ya estamos en camino a las estrellas
y la envidia cambió de residencia;
no vive alquilando corazones;
compró el gran chalet del alma humana.
Pero es bueno haberlo descubierto
y es suicida dejarlo porque es cierto.
Volvamos nuestros ojos a la dicha
de sabernos falibles y pequeños.
El Dios desconocido está de viaje
pero tal vez regrese alguna aurora.
Hay que esperar confiando en la confianza
y sentirnos pequeños con grandeza.
La esperanza es una piedra dura
que el agua de loa años no socava
que el viento del dolor ni la conmueve
que el frío de la ira jamás triza.
¡Hay que morder la luz con alma y brío!
¡Hay que apretar el puño hacia la luna!
Pero también reír, soñar despierto
y ver amanecer, que es suficiente
(POEMAS BAJO CERO - Héctor Rodolfo Peña
Ediciones "CHALTÉN" Buenos Aires 1974