Quiero que la muerte me lleve como un soplo
que nadie se dé cuenta que partí en la mañana.
Aquél que quiera oírme me encontrará en el viento
en el suave tañer de las campanas,
en el bramido hondo del mar sobre la playa.
Aquél que quiera verme me encontrará en las albas
en el rocío brillante de una fría mañana,
en la lluvia desnuda sobre la abierta pampa,
en el fulgor intenso de una estrella lejana.
Y aquél que me recuerde en la Iglesia cercana
y que en mi nombre eleve al cielo una plegaria
sabrá que ante la imagen del Cristo de mis rezos
yo estaré arrodillada.
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